La nueva estrategia militar de EEUU para buscar la conquista del mundo
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Por Gilberto López y Rivas
Resumen Latinoamericano/La Jornada - A partir de la aplicación
de la antropología en los afanes contrainsurgentes de Estados Unidos
y de la presencia de científicos sociales como asesores en el
terreno de las brigadas de combate de ese país en sus guerras
neocoloniales, un numero creciente de profesionales de esta
disciplina nos hemos dado a la tarea de estudiar la magnitud,
características y consecuencias de este descomunal esfuerzo
imperialista por mantener su hegemonía militar para salvaguarda de
sus intereses económicos, corporativos y geoestratégicos en el
mundo. Así, el colega antropólogo David Vine, quien prepara un
libro en torno a las más de mil bases militares estadounidenses en
150 países (a las que hay que sumar las 6 mil bases internas),
publicó el artículo La estrategia del nenúfar, que tradujo
Rebelión (18/7/12), en el que informa sobre la transformación
silenciosa que el Pentágono lleva a cabo de todo el sistema de bases
militares fuera de territorio estadounidense, lo cual significa una
nueva y peligrosa forma de guerra.
Acorde con Vine, los
militares estadounidenses aumentan la creación de bases en todo el
planeta, que ellos llaman nenúfares (esas hojas o plantas que flotan
en la superficie de las aguas y que sirven a las ranas para saltar
hacia su presa) y que consisten en “pequeñas instalaciones
secretas e inaccesibles con una cantidad restringida de soldados,
comodidades limitadas y armamento y suministros previamente
asegurados. Semejantes bases nenúfares se han convertido en una
parte crítica de una estrategia militar de Washington en desarrollo
que apunta a mantener la dominación global de Estados Unidos,
haciendo más con menos en un mundo cada vez más competitivo, cada
vez más multipolar”.
Chalmers Johnson, otro
académico crítico de su gobierno y estudioso de estos temas,
sostiene que “esta enorme red de establecimientos militares en
todos los continentes, excepto la Antártida, constituye una nueva
forma de imperio –un imperio de bases con su propia geografía que
no parece que podría ser enseñada en una clase de una secundaria
cualquiera. Sin comprender la dimensión de este mundo anillado de
bases en el ámbito planetario–, uno no puede intentar comprender
las dimensiones de nuestras aspiraciones imperiales, o el grado por
el cual un nuevo tipo de militarismo está minando nuestro orden
constitucional.” (“America’s Empire of Bases” en
Tomdispatch.com)
Johnson plantea que la
rama militar del gobierno estadounidense emplea a cerca de medio
millón de soldados, espías, técnicos y contratistas civiles en
otras naciones, y que esas instalaciones secretas, además de
monitorear lo que la gente en el mundo, incluyendo los ciudadanos
estadounidenses, están hablando, o enterándose del contenido de
faxes y correos que se están enviando, benefician a las industrias
que diseñan y proveen de armas a sus ejércitos. Asimismo, una tarea
de esos contratistas es mantener a los uniformados miembros del
imperio alojados en cuartos confortables, bien comidos, divertidos, y
suministrados con infraestructura de calidad vacacional. Sectores
enteros de la economía han venido a depender de los militares para
sus ventas. Durante la guerra de conquista de Irak, Johnson informa
que el Departamento de Defensa, mientras ordenaba una ración extra
de misiles de crucero y tanques que disponían de municiones con
uranio empobrecido, también adquirió 273 mil botellas de un
bloqueador de sol que benefició a empresas de esos productos
situadas en Oklahoma y Florida.
A diferencia de las
grandes bases que parecen ciudades, como las que ocupan las fuerzas
armadas en Japón y Alemania, los nenúfares son construidos con
discreción, tratando de evitar la publicidad y la eventual oposición
de la población local, informa Vine. Se trata de bases operativas
pequeñas y flexibles, “más cerca de zonas de conflicto previstas
en Medio Oriente, Asia, África y Latinoamérica. Los funcionarios
del Pentágono sueñan con una flexibilidad casi ilimitada, la
capacidad de reaccionar con notable rapidez ante eventos en cualquier
parte del mundo, y por lo tanto algo que se acerque a un control
militar total del planeta”.
En lo que toca a nuestra
América, Vine señala que después de la expulsión de los militares
de Panamá en 1999 y de Ecuador en 2009, el Pentágono ha creado o
actualizado nuevas bases en Aruba y Curazao, Chile, Colombia, El
Salvador y Perú. En otros sitios, el Pentágono ha financiado la
creación de bases militares y policiales capaces de albergar fuerzas
estadunidenses en Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá,
Costa Rica, y aun en Ecuador. En 2008, la armada reactivó su Cuarta
Flota, inactiva desde 1950, para patrullar la región. Los militares
pueden desear una base en Brasil y trataron infructuosamente de crear
bases, supuestamente para ayuda humanitaria y de emergencia, en
Paraguay y Argentina. No dudamos que una de las razones del golpe de
Estado contra el presidente Lugo fue su negativa a instalar bases en
territorio paraguayo.
Ahora que muchos
científicos sociales han desterrado de la academia el uso de
términos ideologizados como lucha de clases o imperialismo, por
considerarlos demodé, destacó una conclusión clave del colega
Johnson en lo que toca a la expresión militar de este último
concepto: Hace algún tiempo, se podía trazar la expansión del
imperialismo contando las colonias. La versión estadounidense de la
colonia es la base militar. Siguiendo la política de cambio global
de bases, se puede aprender mucho acerca de nuestra cada vez mayor
posición imperial y del militarismo que crece en su vértice. El
militarismo y el imperialismo son hermanos siameses unidos por la
cadera.
¿Cuando será el
siguiente salto de la rana desde el nenúfar más próximo a la
presa?
FONTE: Resumen Latinoamericano
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